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Clementina se entretenía
escuchando a Pedro María cuando le hablaba de todos los elementos que utilizaba
para defender a Judas Iscariote. Le parecía que tenía razón para defenderlo. Y
lo animaba a que hiciera algo por ello. Pero le gustaba más que hiciera algo
por mejorar su situación económica. Aunque tenía que conformarse con la suerte
caprichosa del número de terminal que le ayudara a mejorar la comida diaria. Ya
se había acostumbrado a ello dos veces por mes, que era el promedio en que
Pedro María acertaba cualquier número. Y no dejaba Clementina de enamorarse
cada vez más de su esposo, a pesar de todo. Ciertamente, era un loco especial
su marido. Lo amaba y lo admiraba, con todo y todo. Ella comprendía que él era
especial, aunque fuera mejor si las cosas materiales fueran diferentes. Pero lo
amaba. Y no podía negarse a admitirlo.
Mientras tanto, Pedro María
Perales, convencido como estaba había redactado una carta para salir en defensa
de su amigo. Se había inventado un juzgado imaginario ante el que iba a exponer
su causa. La carta decía, entre otras muchas cosas, lo siguiente, después de un
saludo grandilocuente y majestuoso:
Es mi propósito intentar demandar a la historia universal, y sobre todo, a ciertas formas del pensamiento cristiano, sobre el caso de Judas. El motivo principal es por considerar que realmente sobre Judas se ha hecho un juicio viciado en el que no se han ponderado todos los motivos. Ciertamente se le ha condenado por haber traicionado a Jesús de Nazareth. Y esta traición ha sido vista, desde siempre, como una de las peores faltas cometidas contra persona alguna. Pero, en este trabajo daremos todos los elementos tomados de la misma Biblia para demostrar que Judas tenía todos los datos, por de más lógicos y justificados, para hacer lo que hizo. Desde los mismos datos, que daremos en defensa de Judas y de su acción, comprenderemos, más bien, que Judas es un benefactor de la humanidad. Más en concreto de la religión judía y de la política romana. Por eso haremos la demanda a la historia para reivindicar su nombre, su buena fama y darle su debido respeto. Es un imperativo histórico. Es una necesidad teológica.
Pero había un
problema: ¿Cuál sería ese tribunal?
Clementina, por su parte, estaba
tentada de proponerle a Pedro María Perales que se encomendara a Judas
Iscariote para que le ayudara a ganar más seguido en el juego del terminal de
loterías. Porque ella, de hecho, también estaba convencida que de seguro Judas
Iscariote estaba en los planes de Dios, y como tal había sido un instrumento de
salvación escatológica, y que era, ciertamente, injusto el juicio que se tenía
sobre él. Además, según los datos históricos y según la mentalidad del pueblo
judío, las expectativas, por entonces, eran, ciertamente, otras. Luego, el
juicio sobre Judas en el caso concreto de la traición, era cristiano y
posterior a los acontecimientos. Y era donde estaba, precisamente, la
equivocación.
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