viernes, 23 de diciembre de 2016

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— Ya como que entiendo todo. Ahora sí — fue el comentario de satisfacción de Clementina mientras se llevaba la taza con café a la boca. Los días iban transcurriendo y con ello el interés y la profundidad en el tema. Parecía una repetición del cuento de las mil y una noches. Era una historia sin fin y generaba expectativas por saber el final. Y así una y otra vez más, y más. Ya le era fácil a Pedro María continuar, aunque en la parte en que se hallaba era, realmente, muy delicada por tratarse de profundidades. Pero, ya no había marcha atrás. Había que llegar hasta el final en lo que se proponía, por lo menos, con Clementina, a quien tenía ganada para la causa de Judas. Y ya era mucho. Así, el tema continuaba:

— Además, Jesús de Nazareth consideraba e insistía que «era necesario». Así, en la primera predicción explícita de su Pasión, Jesús subraya el hecho teológico: «Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, sea reprobado por los ancianos, los sacerdotes y los escribas, sea matado y resucite a tres días» (Mc. 8, 21 par). La afirmación «es necesario» expresa una necesidad absoluta que deriva del plan divino. Pedro María Perales se valía de muchos autores para justificar lo que pensaba.
                Esta necesidad se apoya en una referencia a la Escritura: «Está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho que será despreciado» (Mc. 9, 12). Sin embargo, tal vez no exista una simple equivalencia, ya que Jesús prefiere decir «es necesario», que de suyo tiene un valor más fuerte. En la Escritura, donde se anuncian muchas cosas de importancia desigual, él capta el anuncio de una necesidad esencial, que su familiaridad con el Padre le permite percibir mejor. Por otra parte, la primera profecía de la Pasión no reivindica el testimonio de la Escritura; el «es necesario» aparece como la expresión de una convicción personal de Jesús, y como una afirmación que deriva de la autoridad que posee el Hijo del hombre y que Pedro le ha reconocido en su profesión de fe. En este caso sí que se puede decir que habla, no ya como quienes simplemente se esfuerzan por interpretar las Escrituras y conformarse a ellas, sino «como quien tiene autoridad». Es su intimidad con el Padre, autor del «es necesario», la que le da esa seguridad.
                Esa necesidad adquiere toda su significación bajo la perspectiva escatológica, en virtud de la cual el Apocalipsis de Daniel había dicho: «es necesario» para designar lo que debe suceder al final de los tiempos (2, 28). En esta perspectiva se sitúa el mismo Jesús en el «discurso escatológico», en el que, asumiendo las imágenes proféticas y apocalípticas del Antiguo Testamento, anuncia la inminencia de su Pasión, seguida de su triunfo glorioso: «Eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin» (Mc. 13, 7). Su Pasión, en efecto, no será sino «el comienzo de los dolores del alumbramiento» (13, 8). Su propia Pasión será seguida por la Pasión de sus discípulos y de la Iglesia, que habrán de dar testimonio del Evangelio a través de las persecuciones: «Es preciso que antes sea proclamada la Buena Nueva a todas las naciones» (13, 10).
                Al decir «es necesario» para anunciar su muerte, manifiesta Jesús su conciencia de deber realizar la escatología, de inaugurar al menos su cumplimiento. Si hay acontecimientos que especialmente deben ser remitidos al poder de Dios, son los referentes a los últimos tiempos. Jesús anuncia con una clarividencia sorprendente que esos acontecimientos se van a concretizar en su Pasión y en su Resurrección: en él la escatología se plasma en historia, en su historia personal, en virtud de una inflexible voluntad divina.
                Lo que acaba de demostrar que Jesús no pronuncia el «es necesario» por un sentimiento suscitado por las amenazas que sus adversarios hacen pesar sobre él, es el hecho de que utiliza esa misma fórmula en otras circunstancias aludiendo a la muerte y a la resurrección. Según el evangelio de Lucas, ya a la edad de doce anos, Jesús dice «es necesario» con el anuncio implícito del misterio pascual: « ¿No sabíais que es necesario que yo esté en la casa de mi Padre? » Una vez resucitado, repite todavía ese «es necesario»: «¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» (24, 26; 24, 44). Y para demostrarlo, recurre a las Escrituras.
                El principio fundamental para interpretar el hecho de la Pasión está, pues, inequívocamente enunciado: se trata de una necesidad establecida por Dios.
                Muchos otros datos poseía Pedro María Perales para defender a Judas Iscariote. Así, por ejemplo, las mismas de San Juan: 8,51-59; 8,21-42; 8,12-20. Todas estas pruebas le evidenciaban que, ciertamente, estaba en los planes de Dios que sucediera como había sucedido. Entonces, ¿por qué la manía de acusar a Judas Iscariote? Además, hasta el mismo Pedro, según los Hechos de los Apóstoles (1,15-17), lo reconoce. Dice la cita que: “Uno de aquellos días Pedro se puso en pie en medio de los hermanos - el número de los reunidos era de unos ciento  veinte - y les dijo: «Hermanos, era preciso que se cumpliera la Escritura en la que el Espíritu Santo, por boca de David, había hablado ya acerca de Judas, el que fue guía de los que prendieron a Jesús.  Porque él era uno de los nuestros y obtuvo un puesto en este ministerio”.

                Por otra parte, se podría citar al mismo de Jesús de Nazareth, ya que se podría pensar que si no hubiera estado en el plan de Dios, significaría, entonces, que Jesús se equivocó al escoger y aceptar a Judas Iscariote en el grupo de los Apóstoles. ¿No pudo vaticinar Jesús que Judas lo traicionaría? Ciertamente. Entonces, ¿por qué lo escogió para formar parte del grupo de los doce?

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